Dicker, Joël. La verdad sobre el caso Harry Quebert. Alfaguara, 2013. 660 páginas.
Hacía tiempo que no leía uno de esos thrillers típicos, de acción, violencia e
intriga; y todo el con algunas concesiones al erotismo (en el significado
negativo de la palabra).
No me ha gustado. ¿Por qué? Porque literariamente es un
engendro. Con un estilo deslavazado, irregular, con charcos en la trama. Y todo
esto pretendiendo ser una novela coral, cosa que no consigue: es cuestión de
números. En este sentido, tengan en cuenta que los nombres y los apellidos de
los personajes son extranjeros; con lo cual resulta más difícil retener en la
memoria a tan desordenado ejército.
Las tres secuencias temporales en las que se desarrolla la
novela, no pueden considerarse flas back, ya que el autor tiene que recurrir a
la división de los tiempos narrativos a los tradicionales capítulos e, incluso,
señalar el año y mes en el desarrollo de la novela. Resultado: crea confusión.
Y por si fuera poco, es largo: no llega a las 700 páginas.
¿Entretiene? Pues claro que entretiene. Pero hay que poseer
unas buenas tragaderas. Y es que sucede que todo el ambiente de la novela rodea
la investigación de una niña de 35 años, asesinada en un poblado llamado
Aurora, en el estado de Illinois. Este asesinato cobra actualidad al descubrir
los restos de la niña en el jardín de un
famoso escritor que en 1975 llevaba 20 años a la niña. El novelista no lo recrea como un tipo normal;
quizá solitario. Pero un excelente profesor de Literatura en la Universidad de
Brauws
Lógicamente la policía despliega toda suerte de medios técnicos
y de personal. Por otro lado, un amigo y
alumno suyo está convencido de su inocencia y comienza a trabajar por su cuenta…
Hay otras ramificaciones que no cuento. Estamos en el 2008. Han pasado muchas
cosas desde 1975.
En definitiva, trabajo de corte tradicional del que emana un
verdadero ambiente de erotismo perverso: es el ambiente; algo huele a podrido.