Bennett, Alan. UNA LECTORA NADA COMÚN. Anagrama, 2008. 119 páginas. 13 euros.
Lo que no resulta nada común es tener a la actual reina de Inglaterra de personaje principal en esta novela corta. Y además con una ficción literaria, cuyo objeto es el problema de la lectura; mejor dicho, que la gente no lee o lee poquísimo, según los distintos sondeos en diversas partes del mundo.
Con una amena prosa Bennett nos va introduciendo en el tema –inverosímil y realista a la vez -. La Reina no lee, o lee muy poco; pero conoce un día a un joven que trabaja de friega platos en las cocinas de palacio. Norman, que así se llama el joven, está adquiriendo en préstamo algunos libros a un singular personaje que realiza ese trabajo a domicilio, incluida la Casa Real. Con acertadas dosis de realismo mágico, La Reina y Norman traban amistad, y la Soberana retoma su antigua afición de leer. Norman pasa de las cocinas de palacio a estar de asesor de la Reina.
Baste lo dicho hasta ahora, para no destripar el argumento. Sólo añadir que las personas que Isabel tiene alrededor, no acaban de comprender los cambios de actitudes de la Reina, que será espectadora interesada de una soterrada lucho entre Norman y el resto de familiares y asesores de la Gran Dama.
La novela posee un gran mensaje, y durante toda ella Bennett defenderá a capa y espada la necesidad de la lectura. Pero hay otro aspecto en la novela no menos importante: el humor. No falta en cada una de sus páginas la fina ironía y el desconcierto de los personajes que intentan asimilar este nuevo aspecto de la vida de su Soberana. No podía ser de otra manera: Alan Bennett destaca en las letras inglesas como gran guionista de obras de humor. También ha escrito varias novelas cortas.
Inesperado divertimento que, además, debiera calificar se como una pequeña joya. Literaria.
Juan Carlos Eizaguirre
16.5.08
Lo que no resulta nada común es tener a la actual reina de Inglaterra de personaje principal en esta novela corta. Y además con una ficción literaria, cuyo objeto es el problema de la lectura; mejor dicho, que la gente no lee o lee poquísimo, según los distintos sondeos en diversas partes del mundo.
Con una amena prosa Bennett nos va introduciendo en el tema –inverosímil y realista a la vez -. La Reina no lee, o lee muy poco; pero conoce un día a un joven que trabaja de friega platos en las cocinas de palacio. Norman, que así se llama el joven, está adquiriendo en préstamo algunos libros a un singular personaje que realiza ese trabajo a domicilio, incluida la Casa Real. Con acertadas dosis de realismo mágico, La Reina y Norman traban amistad, y la Soberana retoma su antigua afición de leer. Norman pasa de las cocinas de palacio a estar de asesor de la Reina.
Baste lo dicho hasta ahora, para no destripar el argumento. Sólo añadir que las personas que Isabel tiene alrededor, no acaban de comprender los cambios de actitudes de la Reina, que será espectadora interesada de una soterrada lucho entre Norman y el resto de familiares y asesores de la Gran Dama.
La novela posee un gran mensaje, y durante toda ella Bennett defenderá a capa y espada la necesidad de la lectura. Pero hay otro aspecto en la novela no menos importante: el humor. No falta en cada una de sus páginas la fina ironía y el desconcierto de los personajes que intentan asimilar este nuevo aspecto de la vida de su Soberana. No podía ser de otra manera: Alan Bennett destaca en las letras inglesas como gran guionista de obras de humor. También ha escrito varias novelas cortas.
Inesperado divertimento que, además, debiera calificar se como una pequeña joya. Literaria.
Juan Carlos Eizaguirre
16.5.08
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