Harris, Robert. IMPERIUM. Grijalbo, 2007. 431 páginas.
Me parece que al hacer una reseña sobre una novela histórica, se deben medir mucho las palabras para hacer distinguir al lector la verdad de la ficción. Y esto no sólo cuando se domine la materia del tema que trata la obra, sino que hay que tener la honradez intelectual de manifestar ignorancia, en el caso de que la hubiera, para no dar visos de realidad a las fantasías del escritor. ¡Cuántas veces he oído el “rigurosamente histórico”, refiriéndose a una novela que, desde ese punto, contenía una sarta de sandeces!
El trabajo de Harris, que ocupa ahora nuestra atención supone, a mi juicio, una novedad o, por lo menos una poco común manera de afrontar una novela de este estilo. Y esa novedad es el previo y profundo trabajo de investigación hecho antes de comenzar a escribir. Tanto es así, que Robert Harris se ha convertido en un erudito del mundo romano en las épocas de la República y el Imperio.
No ha debido resultarle fácil. Sobre todo porque su personaje principal es Marco Tulio Cicerón, del cual se conservan infinidad de documentos de su trabajo como senador, abogado, cónsul..., muchos de los cuales han sido publicados por diversas editoriales a lo largo de los siglos, y han servido como valiosísimas fuentes históricas. Hasta es posible que el narrador (su esclavo Tiro) escribiera una biografía sobre él, aunque no se ha conservado; pero tenemos los testimonios a favor de Plutarco y Asconio.
No puedo seguir adelante con este comentario, sin comenzar a afirmar que estamos ante una gran novela histórica, que recoge los más importantes aspectos de los comienzos de la vida pública de Cicerón, hasta ser nombrado Cónsul, el cargo más importante de la Roma republicana. Pero a continuación he de añadir, para animar a que se lea esta obra, que aspectos importantes de una novela, como son el estilo, el pulso narrativo, la descripción de personajes y escenas, la capacidad fabuladora, la intriga, etcétera, brillan a gran altura y con sencillez expositiva, que es lo importante. Además, en ocasiones, cita textualmente frases de discursos de Cicerón, que da gusto leerlas.
En definitiva un libro útil, no sólo porque entretiene, sino porque también instruye.
Juan Carlos Eizaguirre
25.2.08
Me parece que al hacer una reseña sobre una novela histórica, se deben medir mucho las palabras para hacer distinguir al lector la verdad de la ficción. Y esto no sólo cuando se domine la materia del tema que trata la obra, sino que hay que tener la honradez intelectual de manifestar ignorancia, en el caso de que la hubiera, para no dar visos de realidad a las fantasías del escritor. ¡Cuántas veces he oído el “rigurosamente histórico”, refiriéndose a una novela que, desde ese punto, contenía una sarta de sandeces!
El trabajo de Harris, que ocupa ahora nuestra atención supone, a mi juicio, una novedad o, por lo menos una poco común manera de afrontar una novela de este estilo. Y esa novedad es el previo y profundo trabajo de investigación hecho antes de comenzar a escribir. Tanto es así, que Robert Harris se ha convertido en un erudito del mundo romano en las épocas de la República y el Imperio.
No ha debido resultarle fácil. Sobre todo porque su personaje principal es Marco Tulio Cicerón, del cual se conservan infinidad de documentos de su trabajo como senador, abogado, cónsul..., muchos de los cuales han sido publicados por diversas editoriales a lo largo de los siglos, y han servido como valiosísimas fuentes históricas. Hasta es posible que el narrador (su esclavo Tiro) escribiera una biografía sobre él, aunque no se ha conservado; pero tenemos los testimonios a favor de Plutarco y Asconio.
No puedo seguir adelante con este comentario, sin comenzar a afirmar que estamos ante una gran novela histórica, que recoge los más importantes aspectos de los comienzos de la vida pública de Cicerón, hasta ser nombrado Cónsul, el cargo más importante de la Roma republicana. Pero a continuación he de añadir, para animar a que se lea esta obra, que aspectos importantes de una novela, como son el estilo, el pulso narrativo, la descripción de personajes y escenas, la capacidad fabuladora, la intriga, etcétera, brillan a gran altura y con sencillez expositiva, que es lo importante. Además, en ocasiones, cita textualmente frases de discursos de Cicerón, que da gusto leerlas.
En definitiva un libro útil, no sólo porque entretiene, sino porque también instruye.
Juan Carlos Eizaguirre
25.2.08
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