Thursday, November 09, 2006

Mankell, Henning. EL CEREBRO DE KENNEDY. Tusquets, 2006. 340 páginas. 20 euros.

Cuando todos esperábamos una nueva novela de Mankell, con Linda Wallander como protagonista, el autor nos presenta un trabajo que muy posiblemente pase a engrosar los de la SERIE AFRICANA.

Como se sabe, Mankell vive la mitad del año en Mozambique. Ello le confiere bastante credibilidad a esta historia sobre el SIDA, porque ese es el argumento de la novela: esa enfermedad, en concreto en el África Negra, narrada con un soporte de ficción convincente y unas buenas dosis de aventura, intriga policíaca e, incluso, con momentos de suspense mucho más intensos que en otras novelas.

Henning Mankell es un escritor con oficio y veteranía; de éxito. Pero después de reconocerle esa valía, hay que afirmar que no es un autor que pasará a la historia de las Letras. Lo digo, porque pienso que se hablará de él en el futuro como un escritor de denuncia social, de protesta ante las injusticias. Este tipo de artistas son invariablemente detectados y analizados. Además, en el caso que nos ocupa, tiene, a mi juicio, toda la razón en sus argumentaciones: me refiero a todas sus novelas.

Pero en EL CEREBRO DE KENNEDY se lanza en tromba hacia las escasas medidas calculadas y corruptas para combatir el SIDA en África e, incluso, apuntar que se experimenta con seres humanos. Algo de esto ya lo mencionó John Le Carré en su novela EL JARDINERO FIEL.

Efectivamente en la África Negra – unos 600 millones de habitantes – hay, según los más optimistas – la OMS – 25 millones de enfermos, aunque otras organizaciones llegan hasta doblar la cifra. También son patéticos otros datos, como que en algunos países el 25% es seropositivo o, que en otros, el 35 % de las mujeres embarazadas también lo son. Y un escalofriante resumen: el SIDA ha propiciado 12 millones de niños huérfanos en esa parte del Globo.

Por último advertir que el estilo Mankell sigue, en ocasiones, igual de premioso (aunque algunos dirán que es prolijo), lo que en esta obra provoca un cierto encharcamiento en el arranque: a mi juicio las 40 o 50 primeras páginas pueden hacer pensar que nos encontramos ante una novela que será floja. Ni mucho menos.

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