Evans, Mary Ann (George Eliot) Daniel Deronda. Homolegens, 2011. 1.121 páginas
Es una de las últimas novelas de esta excelente escritora inglesa de la segunda mitad del siglo XIX. En mi opinión, uno de los trabajos más célebres de la autora de Middlemarch, obra esta última, catalogada como una de las mejores novelas escritas en inglés. Y siempre recordada como su fenomenal trabajo, principalmente en Europa y América.
Dicho esto para animar a los lectores, creo que debe afirmarse que tiene un diseño parecido a Midd
lemarch, por su entorno de la campiña inglesa, una brillante descripción de sus personajes, que el lector va formando en su cabeza sin haber contado con una descripción realista al uso. En la medida que se van desarrollando los acontecimientos, va dando imperceptibles trazos para hacer familiares a los personajes e, incluso, crear situaciones de riego para orientar (un poco arteramente) a los lectores a que elijan uno o varios personajes a su gusto y favor, y otros, desalmados, groseros…, que de todo hay.
Se podría afirmar que esta novela rural, está decididamente encaminada a analizar los distintos perfiles humanos, y que el Destino (que no existe), no es válido para juzgar a las personas, sino que se debe ponderar más las intenciones y los actos que determinan el carácter que, incluso puede ser cambiante a lo largo de la vida, orientándose hacia el bien o hacia el mal. Y también sumergirse en un aburrimiento vital, hermano del sufrimiento.
Tal es el caso de una de las protagonistas principales, Wendoline: muchacha altanera y pagada de sí misma, que ve cómo la vida no es un idílico murmullo de agua clara. Sufrirá, pero al final…
De lo dicho anteriormente se desprende, que no existiendo el Destino, hay que luchar contra los defectos de la personalidad y no dejarse mecer en un estoico aislamiento, o desesperado fatalismo. Es curioso: nuestra estimable escritora fue una mujer de vida airada; que se escapó de la casa familiar a los 22 años, huyendo de sus puritanos padres, declarándose se atea y viviendo una vida digamos… descontrolada; pero también de un muy intenso trabajo. Hay que citar ahora a George Lewes que, a parte de animarle a escribir, le aconsejó firmar sus artículos en los periódicos, ensayos y novelas, con seudónimo, para que (“le hicieran caso”).
Teniendo en cuenta todo lo considerado en el párrafo anterior, los contenidos, por lo menos de sus novelas, están llenos de sentido común. Afirmación ésta un poco chusca, pero creo que es buena para entendernos. Sus opiniones sobre la vida en general, o la vida encarnada en sus personajes, esta llena de sabiduría. Enunciado sencillamente, para que todos la entiendan. Sus opiniones, a veces en boca de sus personajes, otras no: es como si ella se tomara la libertad de dirigirse personalmente al lector, con comedido atrevimiento.
Para conseguir todo lo antedicho, no es muy necesario hablar de su forma realista de escribir a “varias bandas”, con una delicadeza, precisión y respeto exquisitos. Da gusto leer a nuestro “George Eliot”. Además utiliza, como cañamazo que sustenta la historia, con un esquema de folletín. Algo muy al uso, pero laudable en un libro profundo, de opinión. No es nada fácil.
Juan Carlos Eizaguirre
25.12.12
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