Monday, November 17, 2008

Connolly, John. TODO LO QUE MUERE. Tusquets, 2008. 426 páginas, 19 euros

Se tata de la primera obra del autor, editada en España en 2004. Le han seguido sucesivas ediciones hasta llegar al presente año. Continua vendiéndose muy bien, por la sencilla razón de que Connolly es un excelente escritor, con una capacidad para generar historias policíacas notable. Además, este género, junto a otras novelas de acción pero distintas, es lo que demanda el mercado. Triste es decirlo, pero es así. Obras de más enjundia están reservadas para lectores más exigentes, pero éstos son una minoría, en comparación con los seguidores de los llamados a priori best seller, donde prima la acción rápida y sucesiva; con poco peso ideológico, trascendente o de crítica social.

Antes de seguir con este comentario, he de decir que he disfrutado con esta novela de Connolly. Y es que cada libro tiene su momento en los que dedicamos algunas horas a la semana a hacer crítica literaria. Sin embargo, un lector corriente busca el tipo de novela que más cuadre a sus gustos y de ahí no se mueve, siguiendo con fidelidad a un escritor o a un grupo de escritores que traten temas similares.

He dicho antes que la obra de Connolly me ha gustado. En primer lugar, por ser una ópera prima que le ha salido redonda y no es de extrañar que se haya abierto paso en el mercado del libro de una manera contundente.

Es redonda esta novela por su ingeniosa trama, a veces excesivamente cruenta y detallista. Si el policía Charlie Parker, principal protagonista, no se hubiera emborrachado aquella noche y marchado a un bar para seguir bebiendo, su mujer e hija seguirían viviendo. Efectivamente, cuando Parker regresa a su casa encuentra a su familia atrozmente asesinada por un sádico homicida en serie. Mucho cambiará nuestro protagonista con este suceso. Primero dejará de beber drásticamente y, luego, se dedicará en cuerpo y alma a buscar al asesino, incurriendo en métodos no legítimos que le conducirán a dejar la policía para, meses más tarde, convertirse en detective privado.
Este es el comienzo, pero más sorprendente es el final.

Debo advertir al lector que estamos ante una novela dura. Dura sobre todo por las prolijas descripciones del estado de las víctimas; y el también excesivo número de asesinatos, las descripciones sórdidas, los ambientes cargados de olor a muerte y putrefacción, los fantasmas de los muertos... En fin una carga emocional brutal.

Pero a los adictos a la novela policíaca de verdad les satisfará su lectura. De hecho, a cuatro años de su primera edición, todavía tiene poder en el mercado editorial.


Juan Carlos Eizaguirre
17.11.08

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