Mankell, Henning. EL CHINO. Tusquets, 2008. 471 páginas. 20 euros
Todo parece indicar que el famoso inspector Wallander, protagonista de tantas excelentes novelas de Mankell, ya no volverá a estar entre nosotros. Ni tan siquiera su hija, recién ingresada en la Policía, seguirá en sustitución de su padre.
El autor sueco se ha caracterizado en toda su obra por compaginar novelas medio policíacas, medio thrillers, con la denuncia social. Esto resulta obvio si se leen sus libros con una mínima atención, despegados de la trama de intriga. Son fáciles de reseñar sus quejas sobre la sociedad sueca (en el fondo de toda la civilización occidental): la soledad de los ancianos, la irresponsabilidad del Estado y de las personas particulares en este sentido, el endeble estatus de la institución matrimonial (Mankell reduce solamente a sexo satisfactorio el matrimonio), el egoísmo de los jóvenes, y un largo etcétera, con el que se podría resumir: la soledad impregna la vida de las personas; cuando más desarrollada está la sociedad, más soledad, más incertidumbre envuelve al ser humano, independientemente de una buena calidad de vida, pero fríamente proporcionada.
En esta última novela Mankell profundiza mucho en los temas indicados en el párrafo anterior; es más, surgen en ella nuevos enfoques vitales sobre las carencias de humanidad en nuestra civilización. Temas como la muerte, la incertidumbre sobre si existe vida después de ésta, el miedo al futuro en general, el individualismo que conduce a un mayor aislamiento por no querer apoyarse en los demás, son planteados con toda su crudeza y pesimismo. Pesimismo, sí, porque las diatribas de este gran autor no están planteadas junto con soluciones o, por lo menos, con opiniones optimistas, trascendentes o simplemente altruistas.
Creo que no debo insistir más en estos aspectos arriba tratados, porque podría inducir al lector que estamos ante una especie de ensayo sociológico duro de digerir. Ni mucho menos; ya hemos reseñado al principio que esta novela es una de las más típicas de Mankell. Lo que pasa es que en esta ocasión se “desmelena”, haciendo pasar a sus personajes por esas disyuntivas que tanto denuncia. Repito: la obra tiene todos los componentes de una novela de acción que satisfará a cualquiera que la lea.
Todo comienza con un horrible asesinato múltiple en un pueblo casi deshabitado de Suecia, para acabar desarrollándose la investigación en China y África, lugares que el autor conoce muy bien, y a los que critica y alaba a la vez.
Juan Carlos Eizaguirre
23.12.08
Todo parece indicar que el famoso inspector Wallander, protagonista de tantas excelentes novelas de Mankell, ya no volverá a estar entre nosotros. Ni tan siquiera su hija, recién ingresada en la Policía, seguirá en sustitución de su padre.
El autor sueco se ha caracterizado en toda su obra por compaginar novelas medio policíacas, medio thrillers, con la denuncia social. Esto resulta obvio si se leen sus libros con una mínima atención, despegados de la trama de intriga. Son fáciles de reseñar sus quejas sobre la sociedad sueca (en el fondo de toda la civilización occidental): la soledad de los ancianos, la irresponsabilidad del Estado y de las personas particulares en este sentido, el endeble estatus de la institución matrimonial (Mankell reduce solamente a sexo satisfactorio el matrimonio), el egoísmo de los jóvenes, y un largo etcétera, con el que se podría resumir: la soledad impregna la vida de las personas; cuando más desarrollada está la sociedad, más soledad, más incertidumbre envuelve al ser humano, independientemente de una buena calidad de vida, pero fríamente proporcionada.
En esta última novela Mankell profundiza mucho en los temas indicados en el párrafo anterior; es más, surgen en ella nuevos enfoques vitales sobre las carencias de humanidad en nuestra civilización. Temas como la muerte, la incertidumbre sobre si existe vida después de ésta, el miedo al futuro en general, el individualismo que conduce a un mayor aislamiento por no querer apoyarse en los demás, son planteados con toda su crudeza y pesimismo. Pesimismo, sí, porque las diatribas de este gran autor no están planteadas junto con soluciones o, por lo menos, con opiniones optimistas, trascendentes o simplemente altruistas.
Creo que no debo insistir más en estos aspectos arriba tratados, porque podría inducir al lector que estamos ante una especie de ensayo sociológico duro de digerir. Ni mucho menos; ya hemos reseñado al principio que esta novela es una de las más típicas de Mankell. Lo que pasa es que en esta ocasión se “desmelena”, haciendo pasar a sus personajes por esas disyuntivas que tanto denuncia. Repito: la obra tiene todos los componentes de una novela de acción que satisfará a cualquiera que la lea.
Todo comienza con un horrible asesinato múltiple en un pueblo casi deshabitado de Suecia, para acabar desarrollándose la investigación en China y África, lugares que el autor conoce muy bien, y a los que critica y alaba a la vez.
Juan Carlos Eizaguirre
23.12.08
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