Simenon, Georges. El fondo de la botella. Tusquets, 2003. 210 páginas.
Comentaba Simenon que, como se había enriquecido tanto con el éxito de sus novelas policíacas, y había ganado tanto dinero, podía permitirse el lujo de dejar largas temporadas para escribir lo que a él verdaderamente le gustaba.
El fondo de la botella es una de ellas. Y a nuestro genial escritor le gustaba introducirse por los pequeños vericuetos de la vida de los hombres, escribir sus pequeñas o grandes andanzas, las situaciones familiares corrientes, a veces llenas de hastío…. Simenon en estos casos se nos muestra con una visión más bien pesimista de la vida; es como si la o las personas estuvieran atrapadas en sus propias redes de ineptitud, mentira o maldad en grados muy diversos.
Los personajes de estas novelas excelentemente cuidadas se nos muestran muy reales; tal cual es la vida. Es el propio escritor quien va introduciéndolos con una deliciosa fantasía en situaciones a las que no hubieran querido llegar, en hechos en los que no debieran haber incurrido. Es curioso como aparece constantemente el binomio verdad – mentira; y cómo ésta arrastra hacia el mal, ya sea moral o una situación incómoda sin más.
Así lo podemos apreciar en EL fondo de la botella. P. C, responsable abogado de la zona de frontera con Méjico, llamada Tumacacori y propietario de un buen rancho, miente a su esposa cuando una noche de tormenta aparece en casa un hermano suyo evadido de una cárcel cercana. Le dice a su mujer que son amigos de la infancia. Su hermano le sigue la corriente, que formara verdaderos remolinos de malos entendidos, y de odios entre la selecta vecindad de rancheros adinerados. PC, sin que nadie lo sepa debe ayudar a cruzar el río salido de madre por las lluvias, a su hermano y pasarlo a Méjico, donde le espera su mujer y tres hijos.
Toda la trama resulta muy ácida, como si los personajes no tuvieran otra cosa que hacer que beber y beber, prolongarse de fiesta en fiesta completamente ebrios, y murmurar de los demás. En este sentido, el cuadro que nos pinta Simenon en esta novela es desolador por su pesimismo existencial que les conduce a los personajes a refugiarse en el alcohol, para huir de su angustia, del fracaso que están siendo sus vidas.
Admirable calidad literaria de una novela con mucho fondo.
Juan Carlos Eizaguirre
18.6.09
Comentaba Simenon que, como se había enriquecido tanto con el éxito de sus novelas policíacas, y había ganado tanto dinero, podía permitirse el lujo de dejar largas temporadas para escribir lo que a él verdaderamente le gustaba.
El fondo de la botella es una de ellas. Y a nuestro genial escritor le gustaba introducirse por los pequeños vericuetos de la vida de los hombres, escribir sus pequeñas o grandes andanzas, las situaciones familiares corrientes, a veces llenas de hastío…. Simenon en estos casos se nos muestra con una visión más bien pesimista de la vida; es como si la o las personas estuvieran atrapadas en sus propias redes de ineptitud, mentira o maldad en grados muy diversos.
Los personajes de estas novelas excelentemente cuidadas se nos muestran muy reales; tal cual es la vida. Es el propio escritor quien va introduciéndolos con una deliciosa fantasía en situaciones a las que no hubieran querido llegar, en hechos en los que no debieran haber incurrido. Es curioso como aparece constantemente el binomio verdad – mentira; y cómo ésta arrastra hacia el mal, ya sea moral o una situación incómoda sin más.
Así lo podemos apreciar en EL fondo de la botella. P. C, responsable abogado de la zona de frontera con Méjico, llamada Tumacacori y propietario de un buen rancho, miente a su esposa cuando una noche de tormenta aparece en casa un hermano suyo evadido de una cárcel cercana. Le dice a su mujer que son amigos de la infancia. Su hermano le sigue la corriente, que formara verdaderos remolinos de malos entendidos, y de odios entre la selecta vecindad de rancheros adinerados. PC, sin que nadie lo sepa debe ayudar a cruzar el río salido de madre por las lluvias, a su hermano y pasarlo a Méjico, donde le espera su mujer y tres hijos.
Toda la trama resulta muy ácida, como si los personajes no tuvieran otra cosa que hacer que beber y beber, prolongarse de fiesta en fiesta completamente ebrios, y murmurar de los demás. En este sentido, el cuadro que nos pinta Simenon en esta novela es desolador por su pesimismo existencial que les conduce a los personajes a refugiarse en el alcohol, para huir de su angustia, del fracaso que están siendo sus vidas.
Admirable calidad literaria de una novela con mucho fondo.
Juan Carlos Eizaguirre
18.6.09
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