Wednesday, April 10, 2013

Morley, Christopher. La librería encantada. Editorial Periférica, 2013. 312 páginas.

“No hay nadie más agradecido que un hombre a quién le has recomendado el libro que su alma necesitaba sin saberlo”. Con estas palabras más o menos vehementes, Roger Mifflin (principal protagonista de La librería encantada) resume su amor a la profesión a la que ha dedicado toda su vida: el negocio de los libros antiguos y de ocasión. Quizá la palabra “negocio” suene a opulencia, pero no es así en este caso que nos cuenta el escritor Christopher Morley. El señor Mifflin se nos muestra como un apasionado de la lectura y de los libros… siempre selectos. Y quizá el antes llamado negocio apenas da para vivir al maduro matrimonio completado por Helen, amante esposa, a la que se le ha contagiado la fiebre de su marido.
Hagamos un paréntesis, porque pienso que nuestro escritor de hoy es muy poco conocido, dada su ubicación en el tiempo. Nació en Haberford, Pensilvania, en 1890. Lógicamente, toda su obra literaria (no muy extensa) salió a la luz en la primera mitad del siglo XX. Falleció en 1957. Quizá su mejor obra fue La librería ambulante (1917), que la Editorial Periférica publicó el año pasado; le siguió la que ahora presentamos en 1919. Su último trabajo es de 1947: un libro de poesía, a la que nunca había dedicado sus esfuerzos editoriales. Sin embargo, sí al Ensayo; es más, la novela La librería encantada, contiene muchos pasajes que son verdaderos ensayos… quizá un poco escuetos… Pero él se vale del monólogo interior o, incluso de conversaciones de tertulia, para expresar sus ideas sobre la cultura, el debido uso de los libros, la Gran Guerra, etcétera.
Se podría decir que las verdaderas intenciones del escritor se encuentran en lo antedicho, y no en un argumento de intriga, que roza la trama policíaca, el espionaje; y que no está prendido con alfileres. Todo lo contrario, se encuentra muy bien sustentado a lo largo del relato.
Resumiendo: lo primero que yo diría, es que estamos ante una buena novela. Lo segundo: el lector debe conocer cómo era Morley (su perfil, se diría hoy). Un hombre tranquilo y jocoso. Trabajador incansable que, como suele suceder, tocó “muchos registros” antes de dedicarse a escribir.
Tenia fama de admirador de las costumbres británicas, y así era; lo mismo que su refinamiento en el trato, en el vestir, en el pensar…
Novela para recomendar.

Juan Carlos Eizaguirre
8.4.13



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