Doig, Ivan. Verano en English Creek. Libros del Asteroide, 2013. 483 páginas. 23 euros
A lo largo de los siglos todas las naciones que hoy pueblan el Planeta (y otras que están en vía de conseguirlo) han conseguido que su particular idiosincrasia forme un Estado: un país donde vivir y recordar el pasado y soñar con el futuro. Es la creación de las nacionalidades a lo largo de los siglos, con disputas, guerras, tratados, políticas matrimoniales, etcétera. En esta lucha a lo largo de los siglos estuvo E.E.U.U. Pero con una peculiaridad: el escaso tiempo para auto crearse. La novela de Ivan Doig, quizá sin pretenderlo a ciencia cierta, es un ejemplo.
Sin embargo hay que recalcar, porque es una obviedad, que hay zonas de nuestro mundo sin haber llegado a este nivel elemental. Con otras carencias fundamental, sí, pero menos importantes que las de carecer de una tierra, una casa donde siempre han vivido los tuyos.
E.E.U.U., país donde se desarrolla la novela, ha sido, sin embargo, una nación que ha tenido todas sus las luchas épicas para florecer, en muy poco tiempo, como acabamos de afirmar. En menos de cincuenta años comienza a ser un país cuajado, aunque no le faltaron la guerra con Gran Bretaña y su propia guerra civil: La Guerra de Secesión. El Norte contra el Sur. Hace algo más de 200 años no existían como nación.
Es por eso que los grandes escritores norteamericanos actuales, cuando producen sus historias, ficticias o no, introducen en éstas una trama o dosis de fondo, de un claro corte epopéyico: de gran batalla por la subsistencia primero y por ser los vencedores absolutos después. Un pueblo cuajado de emigrantes además. Y ahí lo tienen: por ahora el país más poderoso de la tierra. Este es el fondo de esta espléndida novela
Ivan Doig, nos presenta una obra de ficción (cambia hasta los nombres de valles y montañas) en la que recrea las cordilleras del Estado de Montana a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Verdaderamente el relato está escrito con tanto fuste, y tan bien tallada la forma de los personajes; y…, lo más importante, las costumbres. Por ejemplo, una tarde de rodeo en la fiesta del 4 de Julio, el baile y la fiesta de después, un pavoroso incendio y otros sucesos que le permiten descubrir a los lectores un paisaje bello pero abrupto y a veces traicionero.
La historia está narrada por un joven de quince años: Jick que, de una manera natural se introduce en los trabajos (y fiestas) de los adultos, lo que permite al escritor poder crear una trama costumbrista de amor y desamor y algo de violencia que, en realidad, procede de la ruda vida de los lugareños diseminados por los pueblos de una parte de Montana.
Juan Carlos Eizaguirre
30.4.13
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