Sanmartin Fenollera, Natalia. El despertar de la señorita Prim. Planeta, 1913, 2ª edición. 345 páginas
No es que se den muchísimos casos, pero cada vez uno se
encuentra con escritores de “ópera prima” excelentes. Produce, por una parte,
una gran alegría al encontrase con un futuro buen escritor más. Por otro lado,
surge el temor de que el autor sea un escritor de una sola novela. Digo eso,
porque son frecuentes los casos en que esto ha sucedido; no me refiero solo a
que no hayan seguido por ese camino, sino que no han vuelto a la inspiración
del principio.
No parece que sea este el caso de Martin Fenollera, porque
su novela es una obra literaria con cuajo, dominando la expresión, las
descripciones (psicológicas o no), con personajes muy elaborados y creíbles… No
estamos ante una simple escritura
plagada de lugares comunes, incluso hasta en los diálogos.
El tema que trata no es nada fácil, pues sus personajes (a
veces histriónicos), representan un
papel de cómo se comporta una persona ante la vida, se mujer u hombre. Para
lograr decir algo profundo sobre esto, hay que tener una cabeza clara,
experiencia y una capacidad de “tallar” personajes, que yo creía que era fruto
de la veteranía. Pero la escritora me ha demostrado que no, con su primera
novela, que ésta siendo el umbral de
futuros éxitos. Es una mujer muy joven.
El tema es sugerente y quizá un poco fuera de los cánones
habituales. En una pequeña aldea de Inglaterra viven una serie de personas
aparentemente normales. Pero tampoco se les puede llamar así, de un modo
peyorativo. Son gentes que, frustrados en su vida anterior, normalmente
brillante, se han retirado de su mundo, para hacer lo que les viene en
gana (dicho sea con toda educación). Y
así tenemos a un catedrático que dirige una escuela con siete niños, una
prestigiosa mujer del mundo de la moda, que se dedica a la cocina, etcétera. En
medio de este peculiar ambiente, aparece en escena una mujer joven que aspira
al puesto de bibliotecaria, habiendo sido antes una laureada mujer dedicada a
la industria y a diversos quehaceres: posee una cabeza prodigiosa, algo que no
gusta en la aldea; en ella se aprecia más a la gente más corriente en su manera
de ser, aunque hayan ocupado puestos de más altura en la sociedad. No debo
seguir; sólo decirle que se encuentran ante un muy buena obra literaria, en la
que se defiende, no las grandes ocupaciones, cargos o categoría social, sino
cuidar las cosas pequeñas, que ofrecen a las personas una capacidad de reiterar
y sopesar sus acciones ante la vida, cuidando de su pequeño mundo que no es
individual, sino que, unido al de los demás organiza una sociedad cuajada de
perfección.
Este el mensaje de
mensaje de Natalia Sanmartin está
muy bella y razonadamente escrito.
Para público con personas a su cargo. La primera: la
familia. Después educadores en general, entre los que incluyo a los expertos en
Recursos Humanos; una buena comunicación, un óptimo liderazgo se encuentra no
en los cargos, sino dentro de las personas, que viven el día a día cargado de
cosas pequeñas, alas que si no se les da cabida, acabarán por destruir empleos,
familias y cualquier organización que se les ponga por delante.
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