Friday, April 08, 2011

Calderón, Reyes. El último paciente del doctor Wilson. Planeta, 2010. 481 páginas. Además de esta reciente novela, había leído en su momento las dos anteriores: Los crímenes del número uno, y Expediente Canaima. Al comenzar a leer a Reyes Calderón, observé que poseía unas dotes literarias poco comunes para escribir novelas de acción, llamémoslas thrillers, en español. Ya iba siendo hora. Sí, opino esto, después de haber indagado mucho en ese mundo de la expresión literaria, presidido por la anormalidad y el horror, untados con sadismo y sexo… y, desde un punto de vista novelístico, poco verosímiles. Quizá se pueden hacer salvedades de las obras históricas de este corte, tanto recientes, como de siglos atrás. Ahí están, en la calle y con buenos números en ventas. Y no nos olvidemos de las obras policíacas al estilo de siempre. La novela que nos ocupa: El último paciente del doctor Wilson, rompe con casi todos los estereotipos de esas narraciones al uso y nos presenta una historia ingeniosa y bien contada donde, efectivamente, la acción del formato de los thrillers está siempre presente, sustenta el cañamazo de toda una serie de vidas de personajes que giran entorno a esa historia. En primer lugar la del asesino en serie, pero que ocupa un lugar secundario no le interesa a Reyes Calderón la suciedad anormal, sino la sinceridad y dar una visión del mundo más real y no exenta de dolor. Por eso sus personajes, además de los asesinos son también la jueza Lola MacHor y Jaime su marido, médico, el inspector Iturri, de INTERPOL. Y una no larga lista que sirve a la autora para elaborar un relato simultáneo muy humano, aleccionador sin moralinas, en ocasiones divertido. Aplaudo esa habilidad de escribir una novela realista, y demostrar también que somos buenos thrilleros. He llegado a pensar: ¿será una meta novela? Estrictamente hablando, sí: una novela dentro de otra. Pero me he decidido por relato simultáneo. Y volviendo al primer párrafo de este comentario, hay que afirmar que Reyes Calderón progresa, ofreciendo trabajos artísticos cada vez de mayor calidad. Tras una visita de unos diez minutos a Internet, en la que me han llovido datos en cascada sobre ella y su obra (buena señal), me he dado cuenta de que todo está en la solapa trasera que recubre el libro… y que también he podido leer en la Web de Planeta, donde está editado. Allí, en la solapa del libro o en el adelanto técnico maravilloso de Internet, he podido leer que es Decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra. Y además profesora visitante en La Sorbona y Berkeley, y da conferencias y escribe artículos de opinión. En fin, un mareo. Y además la familia. De todo esto último deduzco que nuestra escritora tiene un defecto: le falta tiempo. Esos momentos para pensar y repensar, para volver, venciendo la pereza, sobre unos capítulos que no dan la talla, que encharcan el ritmo, pedir más opiniones a otras personas. ¿Es qué acaso El último paciente… no está trabajado? Dios me libre de hacer esa aseveración… pero quizá… esta sencilla sugerencia podría aportar beneficios, no sólo a sus novelas, sino al resto de sus numerosas actividades. Juan Carlos Eizaguirre 07.04.11

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