Wednesday, April 27, 2011

Dinesen, Isak. Carnaval y otros cuentos. Ediciones Nórdica, 2010.

Como sabemos, tras ese nombre de varón se encuentra una formidable mujer, ardiente escritora y con el suficiente valor y coraje para afrontar una vida que, en ocasiones, le volvió la espalda.

Pero nunca se arredró ante los problemas familiares, financieros… y además en una tierra que en un principió le resultó hostil, Kenia. Supongo que muchos lectores habrán caído en la cuenta de que la historia de su vida, es la llevada al cine, dando título a la gran película, “Memorias de África”.

Karen Christence Blixen-Finecke, fue el verdadero nombre de Isak Dinesen. La aventura africana duró varios años, tras casarse con uno de sus primos y embarcarse a África para dedicarse a la producción de café. En este sentido, las cosas no marcharon bien… y la vemos de vuelta en Dinamarca en 1931, donde pudo cultivar una de sus aficiones favoritas, que la harían famosa: la literatura. En concreto, los cuentos, que así se han denominado siempre, pero ahora hay tendencia a utilizar otras palabras, como relato corto, relato breve, e incluso breve ensayo. No soy partidario. Isak Dinesen, poseía el placer de contar, y lo hacía muy bien, con una gran imaginación y capacidad creadora muy notable y creíble. Al llegar al acto narrativo parecía crecer su don artístico y confeccionaba unos bellos, elegantes y profundos cuentos… Claro, lo que “toca” decir ahora es lo de la joya. Efectivamente, entre su trabajo narrativo hay verdaderas joyas literarias.

¿Cómo explicarle al lector la belleza de la obra de Dinesen? No hay un mensaje más o menos reiterativo en el conjunto. Leídos sus cuentos separadamente, tampoco encontramos aleccionadoras moralejas o lamentaciones por una frustración concreta o más general…

Ella es así. Escribe porque le gusta contar historias, describir ambientes, paisajes, los mundos interiores de las personas, aventuras… Después nace la escritora, con su pulcritud y belleza con el mismo pulso narrativo con que ha contado sus historias. Alguna, quizá improvisada en una velada aristocrática.

Tengo una extraña sensación. Nuestra aristocrática dama, a pesar de su trayectoria triunfal en su vida adulta, no fue una mujer feliz. Y ¿hay algo más grandioso, que producir belleza?

Juan Carlos Eizaguirre
26.4.11

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