Tuesday, July 05, 2011

Némirovsky, Irène. Los perros y los lobos. Ediciones Salamandra, 2011. 221 páginas. 15 euros.

Quién no conoce a Irène Némirovsky. Su famosa y excelente novela Suite francesa, escrita entre 1940 y 1942, nació al mundo editorial y a millones de lectores 62 años después e inacabada. La escritora fue detenida por ser judía y murió en Auschwitz en 1942, pocos días antes que su marido, también judío, Michel Epstein. Sus dos hijas pequeñas lograron huir y conservaron todos los escritos de su madre en una maleta. Así nació aquella excelente novela.

La obra que tenemos en las manos es anterior, debió ser escrita entre 1938 y 1939. Se trata de un relato costumbrista, primero de Ucrania, donde viven los protagonistas, que son unas familias judías hundidas en la miseria, que huyen a París alejándose de la revolución rusa. En un principio parece que uno se encuentra ante un drama de muy buenas hechuras, donde la autora se recrea más en recalcar los ambientes que los personajes. Hecho éste, sin duda, para provocar en el lector una sensación de masa humana doliente, de colectivo social y la diferencia con la élite escasa, rica e inabordable. Sin embargo es una novela romántica (en el sentido de trágica), de amores desgarrados e imposibles. El típico triángulo amoroso, vamos. Expresión que no me gusta nada, pero que la entiende todo el mundo. Lo más claro debería ser decir: adulterio.

No es que Los perros y los lobos sea una novela en la que la autora proyecte su parte de sus sentimientos o de su vida. No hay que olvidar que Némirovsky era ciudadana rusa y judía, de Moscú, única hija de un matrimonio que decidió concebirla por capricho de su padre, el cual se cansó a los pocos meses. Pero la que se no se cansó fue su madre que, nada más dar a luz, se la entregó a su niñera y no volvió a verla jamás en la vida. Ya ven, infancia triste y solitaria; con buena formación y abundancia de bienes, pero sin ningún amor. No sé qué ocurrió con su padre, pero su señora madre traslado su residencia a Suiza, donde sobrevivió a su hija casi veinte años: este ser extraño y egoísta…

Aunque esta autora tiene novelas mejores, no se debe desechar ésta, como si fuera un resto de saldo o un deshecho de tienta. En primer lugar porque, como ya hemos iniciado más arriba, posee una perspicacia para captar y contar los ambientes muy hábilmente. Y en esos momentos Europa es un lugar convulso que se está recuperando de la Gran Guerra, que Rusia es el primer banco de experiencias del comunismo, y tensión, tensión, tensión que conducirá no sólo a una guerra europea en 1939, sino Mundial.

Como decía, este ambiente con tantos horrores, desesperanzas y miedos es el cauce por donde discurren las aguas turbulentas en las que tratan de salvarse una serie de personajes de ficción, pero copiados de la realidad, con los que Irène Némirovsky teje su estremecedor (y a veces conmovedor) relato.

Juan Carlos Eizaguirre
29.6.11

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