Wednesday, February 01, 2012

Pancol, Katherine. El vals lento de las tortugas. Edita La Esfera de los Libros. 634 páginas. 21,90 euros.



Pancol está en poder de un currículum en el que se podía adivinar su futura vocación de escritora desde mucho tiempo atrás. Comenzando por sus estudios superiores, que culminaron en un doctorado en Letras Modernas. Sin olvidar sus primeros quehaceres profesionales de docente, impartiendo clases de francés y latín. Pero a esta inquieta mujer, trasladada con sus padres y hermanos a París, cuando contaba sólo cinco años, no le satisface su trabajo de profesora. Es el comienzo de su etapa periodista, que no ha abandonado y que ha sabido compaginar con su vocación de escritora de libros. Digo libros, en general, porque ha escrito casi quince, y todavía es una persona joven. No quiero hablar, pues de su etapa anterior, porque me resulta desconocida.


Sin embargo, ha triunfado con sus dos (o tres; está en la Red) novelas: Los ojos amarillos de los cocodrilos y su continuación: El vals lento de las tortugas. El ejemplar que yo tengo es una tercera edición. Triunfó en Francia la primera novela: más de un millón de libros vendidos; estamos hablando del 2006. Y la que ahora vamos a comentar iba por los doscientos mil libros en 2008 en Francia.


Estamos ante una novela costumbrista. Muchos podrían aducir que es un trabajo realista. Yo creo que no. Katherine Pancol ha sabido recrear el ambiente parisino de la gente corriente y sus sentimientos, deseos, defectos; y ese otro aspecto más glamoroso y, a veces, arquetípico, de la burguesía, la bohemia, el arte, el buen vivir… Lo hace con maestría; no sé si resulta una cursilería decir que se notan sus años de estudio y enseñanza, abrazada a la literatura. No sé, pero yo creo que cuenta, que relata lo que ve, cambiando lo obligado: nombres, lugares, situaciones…


Joséphine, que es la protagonista principal, es una mujer tímida, casada, con dos hijas. Su marido, en paro, la abandona (en la anterior novela muere en África; parece), sus hijas, sobre todo la adolescente Hortense, son insoportables y admiran poco a su madre. Pero ésta, ya lo demostró en el primer libro es una excelente investigadora medieval y escritora de fama. Esto último provocado sin quererlo por su alocada hermana Iris, que ha caído de lo más alto de la mundana gloria, aun estercolero social, en el que han intervenido, entre otros, ella misma y su marido Philippe, que se ha enamorado de Joséphine. Extraña relación. Si ha esto añadimos una serie de familiares más, vecinos, la portera, la posibilidad de que el marido de Joséphine no esté muerto… y un ladrón que ataca en la noche… y mata.


Qué decir. A veces triunfa un fecundo realismo literario, otras veces nos encontramos ante una novela de astracán, de misterio, de enredo y concesiones constantes al erotismo. No me refiero a descripciones de marranadas que no haríamos delante de nuestros hijos, o de nuestros padres… Bueno, habrá algunos bestias que sí. Me refiero, más bien, a ese ambiente sensualón donde se maltrata al sexo, haciéndole partícipe solo, del goce físico y dejando a un lado el amor. Me parece una actitud egoísta y poco sincera. El amor posee muchos más contenidos que mejoran la calidad de la pareja. Y lo más importante no es DAR, sino DARSE. Es una pena que, gozando de tantos escritores con talento, los contenidos resultan fatuos, violentos, esotéricos, sin fuerza y siempre con derecho de pernada.


Novela amena, pero prescindible. Estamos cayendo en una avalancha sumisa al gusto de los lectores. Número de ventas, números de traducciones. Folletines al uso para una humanidad descerebrada que se conforma y divierte con las cáscaras de los cacahuetes.


Juan Carlos Eizaguirre


13.12.11





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