Friday, November 27, 2009

Pearl, Matthew. El último Dickens. Alfaguara, 09. 500 páginas. 22 euros.

Hasta ahora se pensaba que la última novela de Charles Dickens era la titulada Calle sin salida, que escribió el autor junto con su amigo Wilkie Collins. Así se pregonaba en las portadas de las distintas ediciones desde el principio. Pero no. O depende. El hecho es que Dickens dejó una novela inacabada, al sorprenderle la muerte en junio de 1870. Se titulaba, El misterio de Edwind Drood. E inacabada se quedó.

Matthwe Pearl, excelente profesor universitario, ha elaborado a partir de este hecho una ficción literaria, en la que se da casi por cierto que Dickens había terminado la novela, pero no le había dado tiempo de entregarla a sus editores, o le fue robada, o quiso gastar una broma después de muerto, para ver quién era el más intuitivo y encontraba su manuscrito. Con estos argumentos, y mezclando personajes y sucesos reales con otros de ficción, Pearl construye una fantasía literaria a la manera de los thrillers actuales y, además se atreve, cosa que es de alabar, a dar a su relato un claro tono dickensiano, tanto en el cuidado con que da vida a sus personajes, como la descripción de los lugares y ambientes donde discurre la acción.

Matthwe Pearl escribe muy bien, con oficio; es, en ocasiones, brillante, ingenioso. Quizá en el desarrollo de la historia que nos está contando, sea en ocasiones premioso, pero ¿no le sucedía algo parecido a Dickens? Se adivina tras El último Dickens, la figura del profesor, del gran erudito y conocedor en profundidad de lo que esta tratando. Y nos estamos refiriendo a un hombre joven.

No leí El Club de Dante, porque alguien me dijo que no le gustó. Tendré que hacerlo ahora, para intentar conseguir un conocimiento más cabal de este autor.

De todas formas me da la sensación de que escribe adaptándose al tema y circunstancias de la novela. En este caso, el estilo victoriano. Estoy seguro de que posee un estilo personal que me gustaría conocer pero, desgraciadamente, no tenemos más que las dos novelas mencionadas traducidas al español.

Estoy seguro de que el lector encontrará en la novela ahora comentada, buena literatura y conocimientos ciertos de Charles Dickens, sus obras y parte de su vida. En este sentido hay un aspecto que no quiero dejar de mencionar para ofrecérselo a los lectores. Después de concluido el relato, el escritor dedica unas pocas páginas a aclarar los hechos históricos y, por tanto ciertos, y los inventados; desciende hasta enumerar qué personajes son reales o de ficción, qué hoteles ocupó Dickens en su gira americana… espigar el trigo de la paja, en definitiva. No sé si es mejor aguardar a leer esas “confesiones” al final, tal y como vienen en el libro, o leerlas antes de comenzar su lectura, para colocarse en una situación verdadera y distante. Yo las he leído al final, y me ha parecido bien. Le da cierto encanto a la trama, cierto suspense. Si no, es como ir a ver una película policíaca sabiendo que el asesino es el mayordomo.

Juan Carlos Eizaguirre
27.11.09

Tuesday, November 17, 2009

Hall, Oakley. Warlock. Galaxia Gutenberg, 09. 687 páginas. 24 euros.

Warlock es una novela de las llamadas en España, “del Oeste”; un Western con todos sus condimentos y personajes típicos. No se puede decir que esté inspirada en otras obras, pues está escrita en 1958 y editada en España en 1960. Fue una novela de culto en su momento. De hecho se rodó una película que se hizo famosa: “El hombre de las pistolas de oro”. Fue una época brillante la de los años cincuenta y sesenta, en la que se hicieron innumerables películas del Oeste, que ya habían arrancado a mediados de los cuarenta y prosiguieron hasta principios de los setenta. Toda una época dorada de la historia del cine.

Pero volviendo a nuestra novela, aun conservando una gran carga emotiva y mucha acción entre pistoleros, cuatreros, arribistas y gente honrada, no ha superado, me parece a mí, el paso de los años. Es decir, hay largos pasajes en que la marcha del relato se hace pasada o lenta, que la descripción de personas o paisajes y ambientes resulta postiza, artificial.

La novela se sostiene y entretiene por la acción. Pero pienso de Oakley Hall desperdició en su momento haber hecho una obra monumental. Quizá no se dio cuenta, quizá es que no sabía hacerlo, y se conformó con confeccionar una buena novela del Oeste. Digo esto, porque hay pergeñados en Warlock una serie de tipos humanos y una serie de circunstancias sociales, humanas también; una riqueza en los personajes apenas apuntada… que resulta una verdadera lástima que el escritor no se detuviera a trabajar más, a releer su obra, a no darse por vencido con lo ya escrito, a no caer, en fin, en las manos de la prisa.

Verdaderamente una novela se hace grande y pasa a la posteridad si sus personajes se han hecho “amigos” del autor; si éste sabe tratarlos con mimo o, a veces, con dureza; si se nota una especie de enamoramiento entre esos seres de ficción y su creador, aunque a veces se vea que se está sirviendo de ellos para exponer sus personales opiniones.

Juan Carlos Eizaguirre
16.11.09

Thursday, November 05, 2009

Mitford, Nancy. No se lo digas a Alfred. Libros del Asteroide, 09. 309 páginas. 18,95 euros.

La Editorial Libros del Asteroide está publicando desde hace unos mese unas muy buenas e interesantes novelas de escritores de reconocido prestigio internacional y que, en su día triunfaron en el mundo editorial. Se trata de un elenco de mujeres y hombres ya fallecidos en su mayoría, pero que perviven en sus obras.

Tal es el caso de Nancy Mitford, una mujer británica de la alta sociedad que pasados sus primeros años de juventud, comienza a detestar el estilo de vida que ella juzga excesivamente aristocrático y arcaico. Terminada la II Guerra Mundial, a los cuarenta y pocos años se traslada a vivir a Francia, donde permanecerá hasta su muerte en 1973, a los 69 años.

Quizá lo que más caracteriza a esta escritora, a parte de sus buenos oficios, es el sentido del humor. La finura o a veces desparpajo con que recrea sus novelas criticando la vida cortesana que ella ha vivido en Gran Bretaña y que tampoco ha dejado de hacerlos en Francia. Efectivamente, Nancy Mitford fue una mujer de mundo y brilló con luz propia (como se suele decir) en el París de la posguerra. Sin embargo sus sentimientos más íntimos eran de rechazo y de distanciamiento siempre que podía. De hecho llegó a ser conocida esta actitud suya por parte de sus novelas, en las que, con acertadas dosis de ironía describe la buena vida de las clases altas de París y Londres.

No se lo digas a Alfred es un buen ejemplo de lo antedicho. Alfred y Fanny forman un matrimonio peculiar; son ambos profesores de Oxford, donde viven casi “enterrados”: el marido porque es un sesudo especialista en ciencias sagradas y la esposa porque vive obsesionadamente preocupada por la educación de sus cuatro hijos, que no es como para echar cohetes.

De la noche a la mañana, Alfred es nombrado embajador de Inglaterra en Francia. Es aquí donde comienza en verdad la historia; una enloquecedora historia en la que intervienen personajes histriónicos, hijos “desmelenados” en busca del zen oriental, secretarias perseguidas por admiradores, parientes de Londres que tienen que venir a ayudad a la pobre Fanny… No sigo. Sólo afirmaría que es de carcajada.

Por otro lado, la historia discurre en dos escenarios: la vida familiar en la embajada, que es, podríamos decir, el núcleo de la novela y donde se originan todos los sucesos y desaguisados domésticos o no; y, por otra parte, la vida oficial de Alfred como embajador que, prácticamente, no se entera de nada de los líos; y no porque sea un bobo o un torpe padre de familia, sino porque Fanny se encarga de ocultárselo todo, para que pueda desempeñar su trabajo con sosiego y brillantez. Ahora se comprende el título de esta simpática novela escrita en 1960.

El tono humorístico y la crítica desternillante recuerdan al escritor, también Inglés, P. G. Wodehouse, aunque los escenarios de éste sean los de la aristocracia rural, y los de Mitford se centren en lugares más cosmopolitas y urbanos.

Juan Carlos Eizaguirre
4.11.09

Tuesday, November 03, 2009

Mankell, Henning. El hombre inquieto. Tusquets, 09. 450 páginas. 20 euros.

Es difícil conservar en la memoria todos los libros que se leen. A lo más, sí, un vago recuerdo de su argumento o de su belleza, o que disfrutamos con su lectura. Lo que sí está claro es que nuestra memoria guarda por lo menos si nos gustó o no determinado libro, si nos fue de provecho.

Ahora nos encontramos ante la tesitura de juzgar las novelas policíacas de Henning Mankell, casi todas ellas con Kurt Wallander como protagonista. ¿Cuál o cuáles de ellas han sido las de mejor factura? Estoy haciéndome estas consideraciones porque esta última y definitiva obra con Wallander como protagonista me ha parecida excelente. Y afirmo esto porque, dentro de la trama policial con una intensa intriga, el autor se permite hacer un homenaje a su personaje favorito; entre otras cosas haciendo un retrato físico y psicológico creíble y lleno de afecto, con sus cualidades y sus defectos; en ocasiones se remonta a épocas pasadas de su vida que el lector reconocerá si ha sido un seguidor de sus obras; la relación con Linda, su hija policía, es un regalo para quien quiera aprender de las relaciones paterno filiales de dos personas de fuerte carácter;
Además Kurt tiene ya sesenta años, una edad que le parece pavorosa, casi de un viejo senil.

En fin multitud de detalles que los que sabe enfrentarse y seguir con su tarea policial, aunque ya no es el jefe.

Y es precisamente en sus vacaciones, con Linda ya con un hermoso bebé, es cuando le explota en la cara lo que para él será un nuevo caso particular. Su futuro consuegro, el padre de Hans, el novio de Linda, desaparece. Se trata de un hombre ya jubilado que ha ocupado relevantes cargos en la Armada sueca y de un carácter afable pero riguroso. Pasan los días y nadie descubre indicios de su desaparición. Y eso no es lo peor, semanas después desaparece otra persona en iguales circunstancias y muy cercana al almirante Von Enke, que así se llama el suegro de Linda desaparecido.

Las vacaciones de Wallander se convierten en un calvario, pues teme también por su hija y su nieta. Su salud no le acompaña: la diabetes está apunto de matarle, y comienzan a aparecer inesperadamente unas ausencias: de repente no sabe dónde se encuentra, o qué hace en determinado lugar.

En resumen, estamos ante una novela escrita con fuerza; Wallander es el centro de ella; y está escrita con tal realismo que hará meterse al lector, no sólo en los hechos policiales, sino también en la vida de un hombre solitario, sexagenario y aprensivo que considera que la vida está comenzando a escapársele.

Hay un aspecto que no agradará a muchos, que les producirá cierta pena. Es el ateismo de nuestro singular personaje. Lo repite varias veces: nada hay después de la muerte. Pero el hecho es que el autor lo pone en boca también de otros personajes. Me extraña que Henning Mankell, por cómo es su carácter, no crea que haya algo, aunque no sepa qué, después de nuestra andadura en la tierra.

Juan Carlos Eizaguirre
2.11.09